La señal de alarma saltó en 2007. Las consecuencias iniciales de la crisis fueron el aumento del desempleo dependiente del sector de la construcción, y, por consiguiente, una contracción del consumo. La contracción del consumo hizo desaparecer empleo en otros sectores y en las familias hubo una conciencia de ahorrar ante la incertidumbre, lo que volvió a golpear al consumo. La crisis saltó de una época de consumo acelerado para caer en un panorama sombrío de pocos ingresos, aumento de paro, y una fuerte contención del gasto.
Tal y como explica el Informe ‘Cambio de hábitos de consumo en tiempos de crisis’ de Claudio Aros, colaborador de OBS Business School, la reducción de la renta presentó un cambio drástico con una moderación o contención del consumo, llamada economía de guerra. A su vez, se inició una búsqueda de mantener el mismo nivel de consumo, pero adquiriendo productos más económicos intentando conseguir la máxima calidad.
Un buen ejemplo de esta estrategia de consumo son el auge de las cadenas low-cost, que se han hecho fuertes en ámbitos críticos en nuestro consumo como la alimentación, los viajes y la ropa.
La crisis ha dibujado una tendencia hacia un tipo de consumo sostenible. De alguna forma se ha tomado conciencia del exceso de consumo anterior a la crisis y se han presentado propuestas alternativas que se podrían presentar como consumo responsable. En esta etiqueta también entran el consumo alternativo, biológico, ecológico, etc…
Esta fuerte tendencia hacia el consumo colectivo y compartido, que en cierta manera tiene que ver con la sostenibilidad tiene como grandes ejemplos la aparición de empresas como Blablacar de compartir trayecto en coche o incluso el compartir alojamiento con Airbnb.
En estos años hubo un cambio de hábitos de consumo en gastos superfluos como pueden ser el cine, sobre el que se podían buscar sustitutos como las descargas piratas abandonar marcas clásicas para ir a un consumo de marcas blancas, llevar el tupper a la oficina en lugar de almorzar de menú. Las estrategias que se desplegaron fueron de todo tipo.
Toda la población acepta que se está sufriendo un deterioro de sus condiciones de vida, pero que no por ello se debe sacrificar un estilo de vida digno. No estamos dispuestos a sacrificar elementos relacionados por ejemplo, con la tecnología o los viajes (aunque low-cost). Se estructura el gasto de forma que se puedan conseguir los mejores beneficios de la sociedad capitalista, pero con un bajo consumo.
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