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Entre los retos del directivo, siempre debe estar presente la observación de todo su entorno y especialmente lo que afecta a la buena marcha de su compañía. Así, deberá estar alerta del comportamiento de sus clientes, del de la competencia y de los avances en que se están produciendo, no solo en su sector, sino en otros cuyos cambios, también podría aprovechar y adaptar.

Pero además de estas, según explica Gonzalo Martínez de Miguel, director de INFOVA, en un momento en el que avanza cada vez más rápido y en el que se cuestiona constantemente si se están haciendo las cosas de la manera más correcta y más eficaz, el directivo tiene también el desafío constante de poner a prueba sus habilidades, para organizar y motivar a su equipo, teniendo muy presente las circunstancias derivadas de la sociedad de la que se forma parte.

De esta manera las empresas ahora se preocupan por ciertos aspectos a los que hace años no se daba tanta importancia. Y se ha pasado de valorar solamente en resultados y balances económicos, a interesarse por el bienestar de los empleados, porque se ha demostrado, que así las compañías funcionan mucho mejor. De esta manera, Gonzalo Martínez de Miguel explica que entre los retos de los directivos en 2019 estarán:

  • Fomentar la felicidad en la empresa. Se debe encontrar el equilibrio entre el bienestar mental y el entorno laboral. Cuando las personas se sienten bien tratadas y motivadas, disfrutan más su trabajo, tienden a rendir más y hacerlo de forma más sostenible en el tiempo. Detrás de cualquier proceso organizativo que afecte a las personas se mueve mucha energía emocional, que tiene que ser gestionada con inteligencia.
  • Fomentar el buen humor. El buen humor fomenta el optimismo, el compromiso, la creatividad y la felicidad en los trabajadores y por lo tanto en su rendimiento. El simple hecho de tener una sonrisa en la cara hace a un empleado más persuasivo. Además Gonzalo Martínez de Miguel explica que el sentido del humor rebaja la tensión, facilita el encuentro de posiciones encontradas. También coloca a las personas en un lugar más efectivo ante los problemas, les vuelve más dispuestos a resolver las situaciones inconvenientes que lamentarse de ellas.
  • Respetar los horarios de las jornadas de trabajo. Alargar las jornadas de trabajo sin sentido y de manera constante deriva en directivos estresados, cansados, que dejan de cuidarse física y mentalmente, de aprovechar el tiempo libre para formarse y de tener otras actividades durante la semana que no sea trabajar. Alargar las jornadas de trabajo facilita el estancamiento profesional.
  • Esforzarse en comunicarse de la manera más efectiva. La comunicación es esencial y la diferencia entre hacerlo bien o mal tiene implicaciones radicales en el desempeño de todos los que forman parte de la empresa. Para no equivocarse desde el principio, Gonzalo Martínez de Miguel comenta que hay tres reglas básicas: escuchar antes de ser escuchado, aclarar el significado de algunas palabras esenciales que pueden ser entendidas de formas muy distintas y no olvidarse de verificar lo que el otro ha entendido.
  • Gestionar equipos diversos. La diversidad de género, de edad, de razas es fuente de beneficios para la empresa porque los mejores equipos suelen ser dispares. Hacer equipos demasiado homogéneos es una forma de empobrecerlos. La verdadera diversidad es la de los diferentes puntos de vista. Saber valorar la opinión divergente, la mirada diferente que aporta algo diferente al equipo. 
  • Enfrentarse al constante cambio. El cambio no es la excepción, ahora es la norma. Los directivos tienen que aceptar que todo está en movimiento, que la realidad es dinámica y las reglas del juego pueden ser otras en cualquier momento. La clave, a juicio del director de INFOVA, es aprender a disfrutar de esa inestabilidad en lugar de sufrirla. Trabajar la serenidad, a través de prácticas de meditación, será cada vez más frecuente. 

Por último Gonzalo Martínez de Miguel advierte que un buen profesional nunca debe dejar de aprender y formarse. Más en un entorno que exige a los trabajadores que adquieran nuevas competencias cada vez más rápido. “Todos estamos en constante evolución, creer que ya hemos aprendido todo lo que necesitamos para ser grandes profesionales, y que una vez alcanzada una posición ya no hace falta seguir formándose, no tiene sentido. El mundo genera una cantidad de conocimiento que exige de nosotros una actitud real de apertura y aprendizaje” añade.

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