Por José Luis Ramos, Consultor en políticas y proyectos de RRHH en GM Integra RRHH
En mi trabajo diario, me encuentro casi siempre con las mismas carencias cuando me hablan de desajustes en el interior de la empresa. Quiero plasmar a través de este artículo, un relato que viene a mostrar cómo las soluciones son a veces más evidentes de lo que pensamos.
“Un joven candidato” con un CV excelente se postula a un puesto en una gran empresa. Después de varias entrevistas realizadas con éxito, llega a la fase final, donde se entrevista con el Director General de la empresa.
La primera pregunta que le hace el DG, es la siguiente: ¿Son tus padres quienes te han pagado tus estudios?
Sí, responde el joven. ¿Dónde trabaja tu padre? “Mi padre es y ha sido tornero toda su vida”. El Director General le pide al candidato que le enseñe sus manos, y aunque éste se sorprende, a continuación se las muestra, y evidentemente sus manos están lisas y perfectas.
El DG le sigue preguntando ¿Has ayudado alguna vez a tu padre en su trabajo? No, contesta el joven, mi padre ha querido que yo me dedicara a estudiar, y además él puede sin ninguna duda hacer mejor que yo esas tareas.
El Director le dice: “Yo tengo algo que pedirte: cuando vayas hoy a tu casa observa las manos de tu padre… y mañana vuelves a verme.
El joven accede aún impactado por la petición del Directivo, y cuando su padre acaba de trabajar y llega a casa esa noche, el hijo le pide que le enseñe las manos, y en ese momento y mientras su padre se las lava, el joven se da cuenta, por primera vez en su vida, del verdadero estado de las manos de su progenitor: llenas de cicatrices y extremadamente arrugadas; el joven decide ayudarle a secarse y a ponerle crema, con la consiguiente sorpresa y felicidad del padre, descubriendo en ese mismo instante el dolor que le produce a su padre el simple roce de las manos con la toalla.
Para el chico fue como si le hubieran echado un cubo de agua helada en la cabeza. Estaba descubriendo en ese instante el sacrificio de su padre durante tantos años, ya que cada una de las cicatrices representaba el precio que pagó por su educación, sus actividades en la Escuela y en la Universidad, y por supuesto la lucha por SU FUTURO ¡
Aquello representó un antes y después entre padre e hijo, ya que además hablaron durante largo tiempo esa noche y el joven descubrió muchas cosas que jamás se hubiera imaginado de su padre.
A la mañana siguiente y como estaba previsto, el joven y el DG se volvieron a reunir, y este último se dio cuenta de que el joven había llorado largamente, y le preguntó por qué y lo que había vivido y aprendido el día anterior. El joven le dijo “yo he ayudado a lavar, secar y poner crema en las manos de mi padre, pero esto no es lo más importante, yo sé ahora la gran suerte que tengo ya que sin mis padres yo no sería lo que soy hoy; ayudando a mi padre, yo me he dado cuenta de lo duro de su trabajo y mi arrogante indiferencia durante todos estos años. Hoy, yo valoro y aprecio su sacrificio en su justo valor, y la fortuna que me ha representado tener el apoyo y amor familiar.
El DG le dice: Perfecto, el TRABAJO ES TUYO ¡¡ Yo quiero tener en mi equipo a aquellas personas que tienen constancia del trabajo y esfuerzo de los demás, sin poner el reconocimiento personal por encima de cualquier otra cosa ¡¡.
Debemos incentivar en nuestras empresas que las personas vean más allá de su perímetro individual, se fomente el trabajo en equipo, la comunicación, la gestión de proyectos y la visión transversal. No hay que creer que el simple hecho de tener talento en cada una de las posiciones nos va a llevar a la excelencia como empresa.
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