Los altos niveles de desigualdades sociales, tal y como reflejan las diferencias en el acceso a la atención médica y la educación, por ejemplo, son un obstáculo aún mayor para el bienestar de un país que las desigualdades económicas. Ésta es la principal conclusión de la edición de 2019 de SEDA (Sustainable Economic Development Assessment por sus siglas en inglés), la evaluación anual del desarrollo económico sostenible en más de 150 paises de Boston Consulting Group.
Las desigualdades sociales reciben menor atención que las económicas en los debates de los responsables políticos. Sin embargo, el análisis de SEDA 2019 de BCG establece una correlación mucho más fuerte entre la igualdad social y el bienestar que entre la igualdad económica y el bienestar. El análisis también refleja que las personas en países con niveles relativamente altos de igualdad social tienden a manifestar niveles relativamente altos de felicidad.
«Los gobiernos de hoy se enfrentan a enormes desafíos, la disrupción creada por los rápidos avances tecnológicos es uno de ellos», afirma Joao Hrotko, socio de BCG y coautor del informe. “Esos factores cambiarán lo que se necesita para que los actores del sector público y privado tengan éxito en la próxima década. Los gobiernos, en particular, deben aspirar a lograr una visión más cercana a las preocupaciones reales de sus ciudadanos para abordar problemas potencialmente ignorados, como las desigualdades sociales«.
El poder de un panel multidimensional de control y actuación
El informe también detalla cómo los gobiernos pueden obtener señales importantes, como las relacionadas con las desigualdades sociales, gracias al desarrollo de un marco de control y actuación integral. Ya se ha producido un gran impulso en países como Nueva Zelanda y el Reino Unido que, para ir más allá del enfoque en métricas puramente económicas, como el PIB, han orientado decisiones políticas y presupuestarias en torno al bienestar. El próximo paso puede ser crear un panel de control que evalúe de forma más amplia el rendimiento del país. Dicho marco de control debería incluir además de métricas económicas como el crecimiento real del PIB per cápita, métricas de bienestar-objetivas como la que representa el indicador de SEDA y subjetivas, como los indicadores de felicidad o satisfacción vital.
El informe de BCG demuestra cómo un panel de control de tres dimensiones puede revelar problemas que se perderían si se emplea una sola métrica. Las puntuaciones de los países en el informe de Felicidad Mundial de las Naciones Unidas (UN’s World Happiness Report), por ejemplo, suelen coincidir con el bienestar, tal como se refleja en una métrica derivada de SEDA: el coeficiente de conversión de riqueza en bienestar. Pero hay muchos países con puntuaciones de riqueza y bienestar de SEDA relativamente altos que tienen índices de felicidad inferiores a los esperados. Solo al estudiar las distintas métricas juntas, un país puede detectar la preocupante divergencia y, después, empezar a investigar cuáles son los factores que la explican.
«Los gobiernos que se centran en una sola métrica, como el PIB, se perderán señales importantes relacionadas con los problemas que su país necesita abordar«, destaca Enrique Rueda-Sabater, senior advisor de BCG y coautor del informe. «El panel de tres dimensiones que hemos desarrollado creará una imagen clara de dónde deben prestar más atención los gobiernos para incidir efectivamente en el bienestar de los ciudadanos».
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