Las del segundo trimestre de 2020 probablemente sean las cifras de la Encuesta de Población Activa (EPA) más anómalas desde que existen registros. El motivo no es ningún misterio: la pandemia y sus efectos sobre el mercado laboral. Los datos publicados hoy por el Instituto Nacional de Estadística (INE) registran, con respecto al trimestre anterior, un descenso de la ocupación de 1.074.000 personas y un incremento del desempleo en 55.000.
El contexto, en este caso, es más importante que nunca. La encuesta abarca 13 semanas: desde el 1 de abril a finales de junio, lo que significa que comienza durante el confinamiento y acaba en la llamada nueva normalidad. Históricamente, este trimestre es el de las contrataciones masivas en el sector turístico y hostelero, uno de los más afectados por las medidas de salud pública adoptadas.
Pero las cifras de ocupados y parados, las principales variables que deja cada trimestre la EPA, no ofrecen el retrato que estas especiales circunstancias precisan: a los afectados por ERTE se les considera ocupados. Para acercarnos a esta realidad, siguiendo la línea marcada por el INE, hay que mirar a los ocupados afectados por paros parciales por razones técnicas y económicas y a los que están en regulación de empleo.
Otro dato que precisa que se observe de cerca es el del incremento de los inactivos. Existen muchos desempleados, nuevos o de larga duración, que en estas circunstancias no han buscado empleo por necesidades de conciliación, por imposibilidad de ejecutarlo (su sector ha estado inactivo) o incluso por limitaciones físicas (restricciones de movilidad). Sea cual sea el motivo, durante el segundo trimestre hay un millón más de inactivos que los que había en el primero.
Por último, el INE ofrece otra variable que, probablemente, sea la que mejor haya medido el efecto de la pandemia en el mercado laboral durante este trimestre: las horas de trabajo ejecutadas por el conjunto de ocupados. En esta ocasión han sido un 22,6 % inferiores que el mismo trimestre de 2019.
El panorama, así contemplado, parece más completo: el impacto ha sido profundo (un descenso del 22,6 % en horas trabajadas), los ERTE han servido para mantener la ocupación de muchos trabajadores (3,4 millones de personas afectadas por paros parciales o regulaciones de empleo) y la situación general desincentiva la búsqueda de quienes no tienen empleo (un millón más de inactivos).
La cifra de ocupados sí que recoge la tímida reactivación turística de las últimas semanas de encuesta. En línea con esta información, los datos del portal de empleo InfoJobs del mes de junio muestran un repunte del 30 % en la publicación de ofertas con respecto a mayo, aunque la comparación con los datos de un año antes (junio de 2019) da pruebas de la magnitud del impacto: de 255.000 ofertas entonces se ha pasado a 107.000 ahora; un 58 % menos.
Ante este escenario, la evolución de estas variables principales (ocupación y desempleo) en la siguiente EPA puede casi anticiparse en función de cómo evolucione la situación sanitaria en las próximas semanas. La progresiva recuperación de la economía y del empleo dependerá, por tanto, de si somos capaces de mantener un cierto nivel de actividad sin nuevas recaídas. Un escenario de obligados parones periódicos sería mucho más problemático que un engranaje económico funcionando —aunque no sea a pleno rendimiento— de forma continuada y sin sobresaltos.
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