Parece que la sombra del coronavirus es demasiado alargada, mucho más de lo que desearíamos después de los duros e intensos meses vividos durante el estado de alarma. Y el momento en que nos encontramos no invita al entorno empresarial a ser del todo optimista ante la perspectiva que se aproxima, o al menos sí obliga a ser muy cautelosos.
La movilidad propia del verano (quienes se han animado a vencer ese pinchazo de duda respecto a si irse o quedarse en casa para evitar posibles riesgos de contagio están disfrutando de un cambio de aires más necesario que nunca después del confinamiento) puede habernos puesto en contacto con alguno de los focos que se han multiplicado por toda la geografía española, de manera que al volver a nuestra residencia y a nuestro puesto de trabajo podemos convertirnos en una especie de ‘aspersores humanos’ y transmitir el virus a las personas de nuestro entorno habitual.
Por este motivo, la vuelta presencial a la oficina de millones de españoles tras el regreso de las vacaciones será un hito clave en la evolución de la pandemia, y las empresas y todo tipo de organizaciones tendrán una importante responsabilidad de controlar la presencia de posibles contagiados para frenar la propagación del COVID-19 entre sus equipos.
Belén Barreiro, directora general de Eurofins Ingenasa
Para ello, además de las medidas de prevención que ya se están aplicando en la mayoría de los centros de trabajo (distancia de seguridad, geles hidroalcohólicos, desinfección de las instalaciones, etc.), es necesario establecer mecanismos de seguimiento capaces de detectar, por un lado, la aparición de empleados con sintomatología relacionada con la enfermedad, y por otro, las variaciones en las tasas de anticuerpos entre la plantilla. De este modo se garantizará la localización de cualquier posible riesgo y se facilitará la toma de las decisiones necesarias para su contención.
Para detectar la presencia del virus es primordial desarrollar una labor de concienciación entre los empleados, que deben asumir la importancia de su responsabilidad de declarar los síntomas asociados a la enfermedad, en el caso de que se produzcan. Nunca se deben ocultar, pues si esas personas y quienes han estado en contacto con ellas no son aisladas, la empresa puede convertirse en un foco activo de propagación que se extendería a las familias y el entorno personal de cada trabajador. También sería recomendable establecer un control diario de temperatura en el acceso al centro de trabajo.
De cara al control de las tasas de anticuerpos de la plantilla es necesario llevar un seguimiento periódico de la situación inmune de todo el personal de la organización, registrarla y valorar su evolución. Este conocimiento y seguimiento del nivel de seroprevalencia del colectivo permitirá conocer si se está produciendo la circulación activa de virus, incluso en individuos asintomáticos.
Tipos de tests y sus aplicaciones
Para llevar a cabo este seguimiento es imprescindible realizar tests periódicos a todos los trabajadores, pero previamente es importante tener claro qué tipo de test es aplicable a cada circunstancia, pues todavía existe cierta confusión en la sociedad a este respecto.
La única manera de detectar si un individuo está contagiado, es decir, si tiene el virus en ese momento, es mediante la realización de una prueba PCR, con la que se localiza la presencia del agente patógeno en el paciente mediante la recogida de una muestra de su garganta. La “ventana temporal” durante la cual la presencia del virus es detectable es relativamente corta, y suele coincidir con el momento en el que se muestran síntomas clínicos de la enfermedad; fuera de esta “ventana temporal”, no obtendremos resultados positivos. A partir de ese momento, si lo que queremos es determinar si esa persona ha pasado la enfermedad, lo que hay que hacer es un test de anticuerpos.
Hoy en día, en el momento en el que aparecen síntomas compatibles, ya se está aplicando de forma sistemática la prueba PCR y los consiguientes protocolos de aislamiento en caso de resultar positivo, pero también sabemos que se producen muchos casos asintomáticos que, por pasar inadvertidos, no desencadenan estos protocolos. El único modo de controlar estas situaciones es realizar el seguimiento de la situación inmune del colectivo mediante técnicas de detección de anticuerpos.
A la hora de establecer esos mecanismos de control por parte de las empresas, lo ideal sería hacer un PCR diario a cada empleado antes de acceder al centro de trabajo, pero sería demasiado costoso, por lo que desde Eurofins Ingenasa recomendamos la realización de tests rápidos de anticuerpos cada dos semanas a toda la plantilla. Si la seroprevalencia aumenta, es decir, si se detecta un aumento del porcentaje de personas con anticuerpos (lo que indica que han padecido la infección), quiere decir que dentro de la plantilla se han producido contagios, y deberá hacerse un seguimiento específico de las personas que han dado positivo.
Parece que no nos vamos a librar de una segunda oleada de COVID-19, pero protegernos con las armas adecuadas determinará su virulencia y nuestra capacidad de hacerle frente con mayor facilidad, para evitar una nueva paralización de la actividad económica del país.
Artículo escrito por Belén Barreiro, directora general de Eurofins Ingenasa.
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